Culto al cuerpo

L@s roman@s aprendieron de l@s grieg@s muchas de sus costumbres y formas de ver la vida. Entre ellas el culto al cuerpo como parte de su salud física y mental. Formaba parte de la formación cívica y humanística de l@s jóvenes. Una importante parte del día era dedicado a la práctica del deporte, a los baños termales y al cuidado corporal. Pero, a diferencia de l@s grieg@s que tenían a la gimnasia como una práctica disciplinada de perfección humana; en la Roma Antigua gustaban más de los ejercicios militares y de los juegos de pelota. Una faceta más lúdica del deporte que l@s roman@s cogieron de las tribus etruscas afincadas en lo que hoy sería la Toscana. Estas comunidades hacían prácticas deportivas rituales en ofrenda a los dioses/as. En ellas participaban indistintamente hombres y mujeres y podían incluir espectáculos teatrales, danzas, cantos, luchas, etc… De ellas nacerían lo que serían los grandes juegos romanos, los ludi: carreras de carros (circenses), simulacros de caza (venationes), teatro (scaenici)…; celebrados en fechas concretas del año en ofrenda a alguna deidad o en conmemoraciones militares.

En época imperial, el atletismo en la palestra era un complemento importante a los baños, principalmente en las termas públicas. Servía para prevenir la obesidad en la población a través de ejercicios gimnásticos y competiciones deportivas. Era habitual no portar vestimenta, por respecto a los dioses/as, y por cuestiones prácticas. Cuidaban su cuerpo con distintas clases de ungüentos e productos cosméticos. La estética era muy importante para l@s roman@s. Hombres y mujeres utilizaban maquillaje para embellecer su piel. Los cánones de belleza de aquel tiempo buscaban un cuerpo de piel blanca que conseguían con diferentes mezclas, algunas de ellas a base de lana de oveja, harina de habas, y óxido de estaño. También emplegaban colorete, carmín, perfiladores, sombras de ojos, peines de cejas, y todo tipo de cremas para las arrugas hechas con los más insospechados ingredientes. La depilación era habitual en las personas adultas. Se realizaba con piedra pómez o con unas pinzas llamadas forcipes aduncae. No descuidaban tampoco la higiene bucal, con una pasta dentífrica a base de vinagre o laurel. En cualquier caso, estas prácticas estéticas eran consecuencia de una gran cultura del cuerpo. Eran muy conscientes de que el cuidado corporal era muy importante para su salud y bienestar.